Veo con cara de poker como en un conocidísimo programa de telerrealidad le dan una ovación a una concursante transexual que admite que, hasta hace muy poco tiempo y aquí en España, concretamente en ese Jaén con tantas cosas bonitas y tanto Patrimonio de la Humanidad, le han amargado la vida hasta más no poder; pero vaya, que hechos así también ocurren en Tavernes, en Vigo, en Palma, en Torremolinos, en Chihuahua, en Texas…
Desde su más tierna infancia la han humillado, la han apartado, la han acosado… grandes, pequeños, niños, mayores… sólo porque tenía un cuerpo que no correspondía a su verdadera identidad.
Ahora, la misma chica (y menos mal, afortunadamente para ella, que bastante sufrió ya) es vitoreada como una heroína por el simple hecho de pasar unos días en una isla, junto a lo más granado y representativo de nuestra sociedad: un coplero que le cocinó macarrones al rey del pop; la cuñada de la más grande; el “delfín” de GH; el hijo de una tonadillera que durmió en un calabozo; el también hijo de un torero a quien le gusta usar la homosexualidad -masculina o femenina, que igual le da al susodicho torero- para insultar; un “mistercillo” agresivo, que no duda en arrastrar a mujeres por la arena de las playas caribeñas… En fin, lo más granado fue lo que dije.
A la chavala la han aplaudido a rabiar, esperemos que a partir de ahora su vida siga así, entre aplausos y no como ha sido antes de pisar la isla.
Pero la vivencias de ella no son muy diferentes a las de miles de mujeres -y también hombres- que sueñan e incluso hacen cualquier cosa que sea necesario, por ser quienes realmente son y someterse a miles de tratamientos y a intervenciones quirúrgicas muy peligrosas con el único fin de que les concedan el cuerpo que no sabemos muy bien qué dios les negó.
Por si todo eso no fuera suficiente prueba de dificultad para un ser humano, el resto de supuestos “sapiens” que respiramos el mismo aire que ellos, aún les ponemos más trabas.
Hoy, por ejemplo, he sabido que han asesinado a la transexual más famosa de Afganistán y no han sido los talibán. Como dice el artículo que publican en el portal de Carla Antonelli, nuestra primera diputada transexual, en Afganistán no es necesario ser talibán para comportarse como un talibán. Yo añadiría que en el resto del mundo… tampoco.
Es costumbre en las fiestas afganas, sobre todo en las bodas, contratar a transexuales y travestis para que bailen y alegren el sarao. La más famosa era Zabi y los dueños de una carnicería la invitaron a una boda. Tras el acontecimiento, la asesinaron, la descuartizaron y enviaron sus restos a su pareja y a sus hijos.
¿De verdad existe alguien que piense que la transexualidad ha sido aceptada? Yo sólo puedo sentir vergüenza y un gran dolor por Zabi.