Durante el día, Kara trabaja como productora en una empresa de Internet, en el corazón de Nueva York. Pero cuando se acerca el fin de semana se pone el mandil, enciende los fogones y convierte su casa de Brooklyn en un restaurante clandestino: el supper club de Ted & Amy. Geeta estudió Filosofía y Relaciones Internacionales antes de trabajar en el Banco Mundial. Desde hace un año, a menudo abre su hogar en el centro de Washington a desconocidos que quieren compartir con ella una velada. La dirección de su supper club, el Hush, es uno de los secretos de la capital del espionaje (entrada obtenida de la revista Elle).
A quién se le ocurrió primero, no se tiene la menor idea. Lo cierto es que volver a poner de moda los restaurantes clandestinos en forma de club se está extendiendo como si de una aplicación del smartphone se tratase.
A diferencia de los paladares cubanos o de los a puerta cerrada de Argentina, que también son casas y en la mayoría de los casos ilegales, en los supper clubs lo que prima es el espíritu de grupo. Es decir, se trata de lograr una reunión de personas desconocidas en torno a una gran mesa para disfrutar de una cena o un brunch amenos. El número de comensales supera apenas la docena, de esta forma el chef puede tenerlo todo bajo control y no volverse loco.
En realidad el objetivo no es hacer negocio. En los supper clubs se busca cubrir gastos y poco más, además de entregar una donación al anfitrión. Además, el vino corre a cargo de los invitados con lo que si alguna vez preguntan siempre podrán decir que se trata de una celebración entre amigos (y evitarse problemas con el fisco).
Mediante los blogs, las redes sociales y los foros es como podremos llegar a conocer los supper clubs. Londres, Berlín y Nueva York son los tres países con mayor oferta de estas especiales veladas. Podemos encontrar este tipo de citas en Barcelona gracias a Urban Secrets, una comunidad que se dedica a citar a sus miembros en lugares insospechados que transforman en restaurantes.