Efervescente Glasgow

Las ciudades se reinventan, vaya si se reinventan. Que se lo digan a Bilbao, a Róterdam o a la sorprendente Glasgow, que en poco más de una década ha pasado de ser el patito feo industrial y decadente de Escocia a convertirse en un hervidero de modernidad, una colmena tomada literalmente por miles de estudiantes, diseñadores y artistas efervescentes que han contribuido a transformar y revitalizar la urbe con un sello muy propio.

Donde antes había almacenes portuarios abandonados, ahora hay galerías de arte y estudios abiertos a todo el público; donde antes había astilleros arruinados y degradación, ahora hay edificios y museos de última generación. Incluso el viejo mercado de fruta, el Old Fruitmarket de Merchant City, se ha ganado una segunda vida y se ha reconvertido en una mágica sala de conciertos.

La revolución industrial ha dado paso a la revolución cultural y, presidiéndolo todo, el icono por excelencia del nuevo Glasgow: el armadillo, el auditorio con forma de caparazón diseñado por Norman Foster a orillas del río Clyde.

De poner la guinda al cambio se encarga otro Premio Pritzker, la arquitecta Zaha Hadid, autora de un imponente museo dedicado al transporte, otra oferta museística glaswegian que está a punto de inaugurarse.

No es casual que el diseño sea uno de los pilares de la renovación de la que fue ‘segunda capital del imperio británico’, donde nació el particular estilo modernista de Charles Rennie Mackintosh, un genio adelantado a su tiempo, cuya huella está presente por todo Glasgow.

Imprescindible hacer una ruta siguiendo sus pasos para atrapar las claves del espíritu libre que empapa la ciudad. Toma el té con scones a media tarde en The Willow Tea Rooms, del que diseñó hasta las cucharillas; sube a la torre de The Lighthouse, un edificio con mucha miga (¡y una gran tienda!), donde disfrutarás de vistas panorámicas; y haz un tour guiado por alumnos a la Escuela de Arte.