La presión arterial es necesaria para la vida. De ella depende que la sangre llegue a los órganos, de la misma forma que la presión en las tuberías garantiza que el agua corriente alcance los últimos pisos de un edificio. Pero esa presión no debe ser excesiva si no queremos que nuestro sistema de tuberías interno se deteriore y nos dé un buen disgusto.
No te preocupes si en un momento concreto tienes la tensión alta. Puede que te haya ocurrido después de hacer ejercicio físico intenso o en momentos de estrés. Pero si estas cifras altas se mantienen de forma persistente contribuirán al desarrollo de arteriosclerosis y se convertirán en un factor de riesgo fundamental en el desarrollo de graves problemas cardiovasculares.
Evitarlo está en tus manos, a través de una serie de cambios en tu estilo de vida y, cuando sea necesario, con un tratamiento médico.
En la inmensa mayoría de los casos la hipertensión arterial es “esencial”, es decir, no se debe a ningún otro proceso o enfermedad. Hay, eso sí, una importante predisposición familiar y se conocen, además, algunos factores que la favorecen: el sedentarismo, el sobrepeso, tomar mucha sal y alcohol o el estrés mantenido son los más importantes.
Solo entre el 5 y el 10 % de los casos de hipertensión arterial son consecuencia de enfermedades del riñón o alteraciones endocrinas (de las gándulas suprarrenales o del tiroides, básicamente). Estos casos suelen acompañarse, de todas formas, de otras manifestaciones que hacen pensar al médico en la necesidad de pruebas complementarias que confirmen el diagnóstico.
La hipertensión es el enemigo silencioso por antonomasia: al contrario de lo que mucha gente cree, una persona con las cifras de presión arterial elevadas no suele ser consciente de ello. El organismo se adapta poco a poco y las consecuencias solo se notan a largo plazo: casi la mitad de los infartos de miocardio o de los ictus se relacionan con la hipertensión arterial mantenida en el tiempo.
Es cierto que una elevación muy extrema y acelerada de la presión sí puede producir síntomas en el momento (dolor de cabeza, hemorragias en la retina o descompensación cardiaca, entre otros), pero esta situación no es, ni mucho menos, la más frecuente.
Imagen: nsalud
Controlar la hipertensión II – Controlar la hipertensión III – Controlar la hipertensión IV
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