Hace muchos años, mediado el siglo XIV, una tremenda pandemia de peste bubónica acabó con el sesenta por ciento de la población europea. Más de cien millones de personas perecieron en pocos años víctimas de esta enfermedad, a la que no se le encontró solución hasta varios siglos más tarde. El tifus, la malaria, la gripe española y la asiática devastaron a la población mundial en los siglos posteriores, aunque con un control más perfecto por parte de las organizaciones mundiales.
A los animales, la gripe porcina, aviar o equina también hicieron estragos en el número de cabezas de ganado que poblaban la Tierra. También fueron controladas. A finales del siglo XX, las gripes comunes se intercalaban con supuestas pandemias que nunca afectaban a la población como esperaban los denominados expertos. Mientras, el virus del VIH, el Sida, hacía su aparición estelar en África y rápidamente se propagaba por todo el planeta. Ahora, gracias a los avances médicos y a la prevención sexual parece algo más controlada. Como la gripe A, que nos ha aterrado desde hace unos veinte meses y que al final se ha quedado en nada.
Mientras todas estas enfermedades se propagaban y mientras nos empeñábamos en controlar una posible epidemia de gripe A, la verdadera pandemia del siglo XXI seguía su caminar provocando cientos de miles de víctimas cada año: la obesidad. De hecho, la Organización Mundial de la Salud calculaba en 2005 que se duplicará en 2015.
Obviamente, no todos los datos ni todos los pesos son iguales. Tenemos que dividir el sobrepeso humano en ligero sobrepeso, obesidad grado 1, obesidad grado 2 y obesidad mórbida, que es la que realmente provoca más problemas de salud y más fallecimientos en todo el mundo. No obstante, el resto de sobrepesos y obesidades conllevan una mala calidad de vida y el desarrollo de otras enfermedades, como la diabetes, que además de por motivos genéticos suele desarrollarse, en su tipología número dos, por motivos de sobrepeso.
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Fuente: mujerinnovadora