Cuando alguien fuma, hay que distinguir dos tipos muy distintos de humo. El fumador da una chupada e inhala el humo. Es la corriente principal. Luego lo expulsa. Es un humo nocivo, pero que ha pasado por varios filtros. Es aire que se introduce por el extremo encendido del cigarrillo y atraviesa todo el cilindro, pasando por las hebras del tabaco. Todo el pitillo actúa como un filtro. Pero es que, además, el propio fumador se queda con un buen porcentaje de sustancias nocivas en sus pulmones. Así, el humo que expulsa después está ya bastante filtrado.
Otro problema muy distinto (y mucho más grave) es el del humo del cigarrillo que surge espontáneamente mientras el fumador descansa entre chupada y chupada. Es la llamada corriente secundaria. Ese es un humo que proviene de una combustión directa, sin filtros de ningún tipo, y que tiene una proporción de productos tóxicos muy superior a la corriente principal.
Aunque muchos de los componentes del humo son similares, precisamente en los más conocidos y quizá más nocivos, la corriente secundaria es más abundante. Puede afirmarse que la proporción de nicotina y alquitrán es tres veces superior y que hay cinco veces más de monóxido de carbono.
Todo ello configura al fumador involuntario como un fumador auténtico y, dependiendo de la proximidad a los fumadores voluntarios y del tiempo de exposición, así va a sufrir las consecuencias.
Se ha demostrado que el riesgo de cáncer de pulmón para la mujer era mayor cuantos más cigarrillos consumía su marido. Y también los hijos pagan las consecuencias. Así que, nadie debe fumar donde hay niños.
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