El sonido ancestral del trueno, el placer del primer trago de cerveza, la energía de los fuegos artificiales en una noche de verano, el olor de las manzanas verdes, la paz de un baño de espuma, el abismo de un beso. Todo eso es, en parte, Iguazú. Un lugar donde, nada más llegar, la naturaleza te habla. Te coloca. Te agarra y te lleva de excursión por las sensaciones de todas las cosas buenas que has experimentado en la vida.
Cuando vuelves del shock te encuentras con un edén de tres kilómetros formado por un semicírculo de 275 saltos. Son una de las cataratas más extensas del mundo. Las miras y no te lo puedes creer. No tienes ningún referente de un paisaje así. Por algo esta media luna de agua, candidata a formar parte de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, es un destino para desconectar, de esos que te cambian la expresión y te ponen guapa sin recurrir al quitaojeras.
La mejor cara de estas majestuosas avalanchas de H2O, Patrimonio Natural de la Humanidad, está en la provincia de Misiones, en Argentina, dentro del Parque Nacional Iguazú. Pero también lindan con Brasil y se hallan situadas a pocos kilómetros de Paraguay, su tercera frontera. Están protegidas así por el abrazo de tres nacionalidades. Una condición que las hace muy especiales, casi marcianas, y añade un atractivo más a este destino: una ruta gastronómica internacional.
En un mismo día puedes comer una sopa típica en Paraguay, merendar deliciosas empanadas en Argentina y, por la noche, cenar carne en un buen rodizio brasileño. Eso sí, ¡no olvides cambiar antes en cada divisa! La Semana Santa es uno de los mejores momentos climatológicos para reservar en uno de los nuevos hoteles spa de la zona y ver en directo este show de agua. El sitio clave para disfrutar de todo su esplendor es la Garganta del Diablo, su alto más grande, que acaba de ser renovado con vertiginosas pasarelas. La panorámica de este abismo de 90 metros es deslumbrante y todo el cuerpo se activa con una mezcla auditiva y visual insólita.
Más allá de esta catedral de espuma se expande una zona única para caminatas y paseos en 4×4 que fue descubierta en el siglo XVI por una expedición comandada por Núñez Cabeza de Vaca. El aventurero español bautizó el hallazgo como Saltos de Santa María, pero ha conservado el nombre Iguazú en lengua de los guaraníes -legítimos moradores de este reino natural- que significa agua grande.
En realidad aquí todo es inmenso. Esta tierra, que ha servido de escenario a películas como La misión, es increíblemente fértil y la hierba tiene un verde casi fosforito. La bruma, que te vaporiza bajo el solo como si fuese un spray gigante, crea decenas de arcoiris. A las enormes mariposas, el insecto autóctono, le gusta cruzarlos…
Cuando te estás yendo, ya en el avión, te sientes en la gloria y algo te dice que has estado en el trozo del edén donde podría haber estado el manzano de Eva.