Domenico Dolce nació en Sicilia en 1958. Stefano Gabbana, en Milán en 1962. Se conocieron en 1980 en una pequeña empresa de diseño. Su relación -volátil, exuberante, pasional y emocional- es la clave de su éxito. El amor por el color y los estampados, de Stefano, y el amor por las formas agudas y el corte perfecto, de Domenico, han creado fantásticas colecciones.
Dentro de un gran edificio anónimo en una tranquila calle de Milán hay paredes y paredes con print de leopardo. Moquetas y cortinas con print de leopardo. La mayor cantidad de print de leopardo que se pueda ver en un solo lugar. También hay terciopelo rojo en las sillas y los sofás, enormes lámparas y, en el suelo, una gigante alfombra de patchwork, hecha de cuadrados de tejidos que provienen de casi todas las colecciones de pasarela de Dolce & Gabbana de los últimos 25 años.
La sala de espera está dominada por una pintura de 1,80m de Julian Schnabel, pero es un sujetador negro en un marco dorado lo que reclama la atención. Si se les pregunta a estos dos diseñadores qué es lo más sexy que puede vestir una mujer, ambos dicen al unísono ‘un sujetador negro’.
Y es que esta sencilla prenda ha sido la pieza que ha sustentado casi todas sus colecciones. Stefano dice que lo primero en que se fija en una mujer es en sus manos y sus pies. ‘Todas las mujeres son sensuales. Las adornamos a todas’, afirma Stefano, sonriendo.
Domenico Dolce, quizás el mejor diseñador del mundo, es el hombre que deshizo un abrigo y lo cosió de nuevo encima de Kylie Minogue en el probador de su tienda en Londres. Él y Stefano Gabbana han vestido a las mujeres más célebres y han formado el estilo de toda una generación.
Inventaron el vestido encorsetado, nos trajeron camisas que se abrían en el escote, nos dieron estampados y encajes y celebraron las curvas femeninas. Vestir de Dolce & Gabbana es descubrir a la italiana que llevamos dentro.
Imagen: Fashion Copious