Es difícil, por no decir imposible, ser amante del mundo de la moda y no haber leído su nombre al menos un millón de veces en las revistas, oír mentarla en los círculos más chic o, simplemente, toparse con su sonrisa serena en viejas y nuevas campañas publicitarias.
Icono de belleza y, sobre todo, de elegancia, Ines de la Fressange se ha ganado a golpe de tacón que se la etiquete como la modelo por excelencia de los años 80 y una de las grandes de todos los tiempos. Y, como grande que es, a sus 52 años no ha acabado con nosotros…
Ha sido la musa de Chanel en su reciente desfile de Primavera-Verano 2011, está vinculada creativamente a la firma Roger Vivier y lleva a cabo la decoración de un nuevo hotel parisino, entre otros muchos proyectos que van desde el diseño de ropa hasta la creación de perfumes. Ella es así, un terremoto fashion.
Nacida en el seno de una familia adinerada, de padre francés (y marqués) y madre argentina (y modelo), pasó su juventud a las afueras de París viendo cómo su herencia perdía el brillo y las circunstancias la empujaban a buscarse la vida, y rápido. Con unas cualidades físicas evidentes, se presentó en una agencia para ejercer de maniquí.
Por entonces, más de uno intentó que desistiera de su empeño, ya que sus rasgos, sus medidas (sobrepasa el 1,80 m y no es precisamente un ejemplo de curvas) y hasta sus cejas no pegaban con lo estereotipos de la época. Pero como los tiempos cambian, enseguida le llegó su momento, ese en el que se pedía sofisticación y cierto aire aristocrático en una mujer para llamarla hermosa.