No estamos solas. Es una revolución mundial con nombres en femenino a la cabeza y algún hombre inteligente (o despistado) cubriéndonos las espaldas.
En Francia la polémica filósofa Elisabeth Badinter afirma en su libro El conflicto: la mujer y la madre que la maternidad hoy supone renunciar a la independencia que tantas uñas rotas nos ha costado alcanzar, la humorista Florence Foresti triunfa por Europa con Mother Fucker, un espectáculo teatral en el que ironiza sobre la difícil situación de una progenitora actual, y la psicoanalista Corinne Maier cuestiona, en su controvertido manifiesto No Kid: 40 buenas razones para no tener hijos, si los que traen niños a la sociedad del siglo XIX están en su sano juicio.
En Inglaterra, Stephanie Calman abandera el movimiento anticulpa desde su blog Bad Mother Club. Y los casos se repiten en Italia, Alemania, Portugal… y no digamos en EE.UU., donde las reivindicaciones toman tintes subversivos.
Definitivamente, estamos juntas en esto. Entre todas hemos levantado un megaclub internacional desde el que promulgar un nuevo modelo de madre-trabajadora-esposa-amiga-confidente-barbie-diosa cosmopolita de seis, ocho y diez brazos.
La sociedad aprieta y ahoga, hay que ponerse duras frente a la presión que ataca por, supuestamente, no cumplir con el papel que toca tras dar a luz. ¿Quienés son los jueces? ¿Cuáles son las normas? Y, sobre todo, ¿qué es ser una buena madre?
‘Hay que relajarse y no poner el listón muy alto’, asegura Margarita Barañano Cid, profesora de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la misma institución. ‘Manteniendo la propia autonomía, se debe hacer del hijo, inicialmente dependiente, un ser maduro, feliz y libre. No hay que aspirar a mostrarle un modelo al que adaptarse, sino ayudarle a que, con sus talentos, sus capacidades y su personalidad, llegue a dar lo mejor de sí mismo en su proyecto de vida’.
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