La presión social es tal que los índices de natalidad la acusan. La maternidad es inversamente proporcional a la propaganda de una madre ideal. Es decir, no todas quieren o pueden dedicarse a intentar alcanzar el listón y acaban por decidirse a no tener hijos.
Muchas mujeres de hoy tienen en sus madres un referente muy difícil de seguir en la sociedad actual. Ellas dejaron sus puestos de trabajo para dedicarse a su prole las 24 horas del día en un momento en el que el sueldo del cabeza de familia, el hombre, era más que suficiente para que viviesen bien. Eso es ya prehistoria.
El encarecimiento de la vivienda, la contratación precaria e incluso la amenaza de divorcio, lo han cambiado todo. Comparamos cosas que son incomparables. Ahora la mujer trabaja, sí, pero no vemos lo positivo que hay detrás de eso: un nivel educativo superior, seguridad económica, más independencia emocional… cosas que aportan mucho a los hijos.
Por lo general se juzga más a una madre una vez que se ven los resultados, cuando no hablamos de niños sino de adultos. Y por lo general cuando esos adultos no hay por donde cogerlos. Así es muy fácil, pero hay que tener en cuenta que en la educación de un pequeño intervienen muchos otros factores, como los amigos, los familiares…
La fórmula de la maternidad no es matemática: las horas de ‘servicio’ no aseguran el desarrollo físico, emocional, intelectual y social de un niño. Pero, sea cual sea el recuento final, el tiempo bien invertido es lo que ayuda.
Juliana says
Muy buen artículo. Es bueno saber que es toda una revolución a nivel mundial, es justo y necesario. El mundo ha cambiado, las necesidades y nuestras propias expectativas de vida, por lo tanto, ya es hora que el concepto de maternidad así como todo lo que conlleva evolucione.