Por eso, amén de ser refugio de espías y cuna del glamour en los años 40, Tánger es sobre todo la ciudad de los mil y un cuentos. Tanto en la Kasbah donde está la casa de Barbara Hutton, una de las mujeres más chic del siglo XX, como en la Medina de donde no puedes volver sin limones confitados, todavía hay contadores de leyendas que te hacen soñar a cambio de unos dírhams.
Y es que, si esta metrópoli fuese una cosa, sería una buena novela: cada vez que vuelves a ella te cuenta algo diferente. Por algo bajo su cielo protector escribieron genios de la generación beat como Paul Bowles y sus muros encalados siguen ambientando best sellers como El tiempo entre costuras de María Dueñas.
Además de los escritores, los músicos también buscaron en Tánger a sus musas y las encontraron en un garito de aire hippy llamado Haffa Café. Uno de esos locales eternamente modernos, con manteles de hule y sillas de colores, donde sólo se necesitan cacahuetes y té con hierbabuena para ver la puesta de sol hasta que le den las tantas a la luna. Desde su mítico balcón se puede abarcar el Atlántico, el Mediterráneo y las luces de Tarifa. En él se han inspirado canciones de bandas tan míticas como los Rolling Stone, los Beatles o, sin ir más lejos, de poetas como Luis Eduardo Aute:… Te recordé tomando té, adormecida sobre tu chador / cuando te amé / en las terrazas del Haffa Café, escribió nuestro genial artista.
Por esta costa pasó también el protagonista de El alquimista de Paulo Coelho. Aquí alcanzó la prosperidad y la madurez suficiente para decidirse a seguir el viaje en busca de un tesoro que, al final, encontró enterrado bajo sus propias dunas. Lo dicho: Tánger, un paraíso. Tan lejos y tan cerca.
Parte 1