Los fabricantes europeos se han dado cuenta de que el consumo de vino, en general, ha disminuido. Por eso se dirigen a dos segmentos a los que hasta ahora no habían prestado atención, las mujeres y los jóvenes. Con lo cual, las veinteañeras y las treintañeras están en el punto de mira por partida doble. O, según muchas otras voces, por partida triple, cuádruple…
Es importante que se sepa que ellas son más vulnerables a la toxicidad del alcohol. Por ejemplo, consumiendo lo mismo que un hombre, es más posible que sufra alguna enfermedad hepática. Además, existe el peligro de los encuentros sexuales sin protección a los que se llega en estado de embriaguez, algo muy común entre los 18 y los 29 años. Por no hablar de los riesgos para el feto durante el embarazo, que pueden resultar dramáticos.
Se debe reconocer el problema de estas chicas sin condenarlas y repetirse que se trata de una enfermedad. Pedirle a un alcohólico que deje de beber es tan estúpido como obligar a un enfermo a que se baje la fiebre. Somos una sociedad contradictoria: por un lado nos inculcan el ser precavidos y, por otro, está totalmente admitido perder el control y desinhibirse los fines de semana para volver a ser responsable el lunes por la mañana.
Hay que cambiar la idea que tenemos sobre el alcoholismo. Nueve de cada diez mujeres son víctimas de una sociedad hiperconsumista, pero en la que está mal visto abusar de sus productos; pseudodisfrutadora, pero en la que ya no es capa de divertirse sin psicotrópicos; pretendidamente protectora, pero en la que existe un rechazo a aceptar a los que caen…
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