Sí, todas necesitamos dinero y todas queremos amor. Sin embargo la falta del primero no excluye la existencia del segundo. Normalmente, y salvo que hablemos de alguien muy superficial, la mujer de hoy no elige sus citas en función del tamaño de la cartera de su pretendiente. Ni deja al chico de sus sueños porque no pueda mantener el ritmo de vida al que está acostumbrada. Tampoco aguanta a un donjuán tedioso sólo porque atienda a sus caprichos. El amor es inmaterial, la unión entre dos almas y no entre dos planes de ahorro…
Esa es la teoría, pero ¿y si es posible tenerlo todo? A la hora de soñar, el dinero importa, tanto que, según un estudio realizado por la consultoría YouGov, el 64% de las mujeres aspiran a casarse con un hombre que gane más que ellas y un rotundo 0% pretenden hacerlo con alguien que ingrese menos. Otro informe, el de la Dra. Catherine Hakim, de la Escuela Económica de Londres para el Centro de Estudios Políticos, afirma que las jóvenes desean casarse bien más que conseguir la independencia económica.
Los dos estudios, por tanto, demuestran que no hemos roto del todo los lazos que vinculan el dinero con las relaciones personales: no es un tema secundario en nuestras vidas, forma parte esencial de lo que somos y vivimos.
La catedrática Karen Pine, de la Universidad de Hertfordshire en Londres, investiga nuestra actitud con respecto al dinero y comenta que las mujeres mantienen un contacto emocional con él, les preocupa más que a los hombres y también expresan más culpa, miedo y vulnerabilidad. “Casi ocho de cada diez chicas afirman que salen de compras cuando se sienten un poco deprimidas y necesitan hacer algo que les levante el ánimo”, comenta Pine. “Los hombres no son tan propensos a vaciar sus bolsillos de esta manera, a gastar para llenar un vacío o para anestesiarse de las emociones negativas”, continua.
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