El respeto puede entenderse como un sentimiento y es un importante pilar para el sistema de valores que facilita la convivencia entre las personas. Pero también puede describirse como un hábito que, para la gente que lo posee, constituye uno de los rasgos que caracterizan su manera de comportarse.
Poca relevancia tiene para la convivencia familiar (y de otro tipo) sentir respeto por alguien o pensar que algo merece respeto, sin unas determinadas acciones que lo corroboren. Es conveniente poner atención sobre esto porque, cuando hablamos de ‘tener respeto’, no nos referimos a algo con lo que el niño nace y que posee de igual modo que el corazón o los pulmones; sino a algo que debe aprender a lo largo de su desarrollo, y, por tanto, que puede enseñarse.
La capacidad de los niños para mostrar respeto, en un primer momento, no ‘latirá’ ni ‘respirará’ por sí misma, será preciso adquirirla. Y para ello es fundamental la actuación de los padres.
¿Qué hacer si la cosa se complica demasiado? Determinados tipos de patologías influyen en que el niño no muestre respeto. Es decir, la falta de respeto se manifiesta como uno de los síntomas de un problema más amplio. Esto puede suceder, por ejemplo, en los niños diagnosticados con trastornos psicopatológicos como el trastorno negativista desafiante (comportamiento rebelde y levemente agresivo) o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Además, esta falta de respeto, también puede formar parte de unos rasgos temperamentales heredados; como la impulsividad, un humor variable, o la dificultad para adaptarse a los cambios, entre otros.
En estos casos, evidentemente, ya es necesaria la asistencia por parte de un profesional.
Imagen: eduacion-infantil
El respeto es cosa de todos II – El respeto es cosa de todos III – El respeto es cosa de todos IV
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