En términos generales, para conseguir que los padres logren que sus hijos muestren respeto de una forma global y continuada, deben, por un lado, tratar de fortalecer la comunicación entre ellos; y por otro, emprender una serie de acciones que instauren un clima familiar adecuado y unas rutinas. En este último punto la disciplina es un aspecto que debe tener un papel preponderante.
Los padres, en relación al respeto que ‘tienen’ sus hijos (así como muchos otros rasgos que acabarán conformando el carácter de los pequeños), han de ser conscientes de que su comportamiento sirve como modelo. Este modelo es imitado por el niño hasta el punto de acabar comportándose en función del mismo; pudiendo describirse su forma natural de actuar a partir de él.
Y es que, para los niños, ejerce una mayor influencia ver lo que sus padres hacen que escuchar de ellos aquello que deben hacer. Lo cual no quiere decir que no sean importantes las razones, las explicaciones e instrucciones que les den, porque lo son. Simplemente es preciso resaltar la necesidad de que se produzca una coherencia entre ambas cosas, pues en caso de chocar y contradecirse, para un niño es más sugestivo ‘el ejemplo de la acción’ que el ‘sermón de la palabra’.
Además, los niños suelen percatarse de estas incongruencias y existe la posibilidad de que piensen que la distancia que perciben entre ‘lo dicho’ y ‘lo hecho’ sea la diferencia que existe entre una mentira y una verdad. Esto puede llevarles a creer, por ejemplo, que sus padres utilizan la mentira para que ellos hagan algo que no desean hacer o bien para que dejen de hacer lo que sí quieren.
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El respeto es cosa de todos I – El respeto es cosa de todos III – El respeto es cosa de todos IV