Los tres primeros meses son los más importantes en el desarrollo de la gestación; el bienestar de la madre y del bebé pueden estar en juego. Por eso, una planificación previa del embarazo, un buen control inicial y una actitud responsable de la madre son imprescindibles para que todo vaya bien. Es esencial no faltar a ningún control ginecológico y adaptar lo hábitos de vida para conseguir un embarazo lo más saludable posible.
Desde antes de la concepción debes estar consumiendo ácido fólico y yodo para favorecer el correcto desarrollo del sistema nervioso del feto en las primeras semanas del embarazo. Deberás seguir tomándolo, al menos, durante los tres primeros meses.
Pero, además, es muy importante que controles tu dieta, tanto en lo relativo en las cantidades como a la calidad nutricional de los alimentos. Aunque debes ingerir una cantidad de calorías algo mayor que una mujer no embarazada, recuerda que ¡no tienes que comer por dos! De hecho, el aumento de peso al final de un embarazo único no debería superar, aproximadamente, los 12 kilos (en el caso de un embarazo gemelar, aumentaría hasta los 18 kilos).
Tu dieta ha de ser variada y equilibrada e incluir fruta, verdura, pescado y mucho calcio, un fundamental tanto para los huesos de la madre como para el correcto desarrollo esquelético del feto. Si hay insuficiencia de éste u otros minerales como el hierro, o de ciertas vitaminas, el ginecólogo te recetará suplementos alimenticios.
También es fundamental que la embarazada tenga una correcta hidratación. Durante la gestación debes beber alrededor de tres litros de agua diarios (incluyendo la proporcionada por los alimentos), repartidos en pequeñas ingestas. Aunque estas cantidades tienen que incrementarse en situaciones de especial pérdida de líquidos como durante el jercicio físico, en el periodo estival, cuando se presente fiebre, etcétera…
Imagen: ebony