A casi todas nos encantan los frutos secos, y a pesar de contener gran cantidad de proteínas, lípidos, hidratos de carbono y oligoelementos hemos de tener en mente que si los ingerimos en cantidades elevadas nos harán engordar de lo lindo.
Y es que los frutos secos tienen un elevadísimo contenido calórico. Por ejemplo, 100 gramitos de avellanas o nueces superan las 600 calorías, o lo que es lo mismo, la cuarta parte del total de calorías que debemos ingerir diariamente. Estaréis de acuerdo conmigo que comiendo cien gramos de estos productos, por muy buenos que estén, no nos quitarán el hambre ni por asomo.
Al ser una fuente de grasas bastante importante debemos ir pensando en sustituirlos de nuestra dieta. Consumir los mencionados 100 gramos de frutos secos es como si nos metiésemos entre pecho y espalda 14 melocotones, 10 peras, 9 manzanas, 8 naranjas o un par de aguacates (la fruta más grasa que nos ofrece la naturaleza).
No hay fruto seco que se salve en lo que al aporte calórico respecta. Seguimos con los ejemplos: 100 gramos de almendras contienen 500 calorías, si son de piñones tenemos 568 calorías, y si son de cacahuetes llegamos a las 452 calorías. Los menos calóricos son los higos y los dátiles secos, con 270 y 260 calorías cada cien gramos… pero eso no quiere decir que no engorden. Para que os hagáis una idea, comer los cien gramos de higos o dátiles equivalen a ingerir un kilo de fresas, de moras o de frambuesas (quizá sea mejor optar por la fruta, engordaremos lo mismo pero nos llenaremos más ;)).
Eso sí, dejando de lado el tema de las calorías, he de dejar claro que los frutos secos no son malignos para nosotras. Si los tomamos con moderación, aportaremos a nuestro cuerpo excelentes cantidades de hidratos de carbono, lípidos y proteínas.
Si nos controlamos bien y nos tomamos un par de nueces en una ensalada o cinco almendras cada mañana conseguiremos una gran fuente de vitamina E (con su correspondientes propiedades antioxidantes), de vitamina B, calcio y fibra.
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