La Sociedad Española de Cardiología (SEC), junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomiendan consumir al día entre 5 y 7 gramos de sal. Sin embargo, en España consumimos una media de 11 gramos, de los cuales el 80% proviene de alimentos precocinados y el otro 20% lo tenemos presente únicamente en el pan que consumimos.
La adicción a la sal provoca un peligroso aumento de la presión arterial, con lo que aumentamos el riesgo de padecer hipertensión. De hecho, en este país hay registrados cerca de 14 millones de hipertensos. Además, de todas las defunciones por enfermedad cardiovascular, las relacionadas con la hipertensión son las que más han crecido en los últimos diez años, casi duplicando su mortalidad.
La solución a este grave problema, según la SEC, consiste en que las autoridades tomen las correspondientes medidas para que se regule el consumo de sal entre la población, comenzando por reducir en un gramo la empleada en la elaboración del pan. Además, los alimentos deberían incorporar un mejor etiquetado para los consumidores estemos al tanto de lo que comemos.
Pero no todo debe quedar en mano de las autoridades. Nosotros, como personas individuales, debemos ser conscientes del peligro que conlleva la ingesta excesiva de sal optando por la adquisición de productos bajos en sal y, por supuesto, no aderezar en excesos los alimentos con ésta.
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