Una mente lúcida siempre ha sido y será sinónimo de juventud. De hecho, cuando se quiere destacar una ventaja física en un anciano, se suele decir: “Tiene una memoria increíble, ¡ya la quisiera yo!”. La mente es como el cuerpo, si no la ejercitamos se atrofia, y si nos comienza a fallar, el cuerpo también se ve afectado y acusa más el envejecimiento.
Los mayores enemigos de nuestro cerebro, que pueden destruir conexiones importantes de nuestras neuronas, las cuales no se vuelve a regenerar, son:
- El café.
- El alcohol.
- El tabaco.
- Los tranquilizantes.
- Los estimulantes.
- La inactividad mental.
- La soledad.
- Hipertensión arterial.
- Dormir menos horas de las necesarias (desvelos, insomnio, o por exceso de trabajo o estudio).
- Jet lag crónico (en caso de personas que viajan mucho, como, por ejemplo, quienes forman parte de la tripulación de los aviones).
Al igual que podemos ejercitar nuestros músculos, también hay ejercicios que pueden potenciar la memoria, e incluso prevenir enfermedades degenerativas como el Alzheimer y la demencia senil. Los más efectivos son:
- Aprende algo que te resulte díficil (un idioma, alguna técnica artística, informática, bricolaje, carpintería, etcétera).
- Haz crucigramas y juegos de palabras.
- Juega juegos de mesa que hagan pensar.
- Escribe un diario y describe tus vivencias detalladamente.
- Aprende a tocar algún instrumento.
- Lee más que antes, pero libros variados, que traten de diversos temas.
- Apúntate a cursos cortos y prácticos de fotografía, teatro, diseño gráfico, matemáticas, literatura, medio ambiente y ecología, entre otros.
- Memoriza palabras difíciles (incluso sis significados).
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