La noticia me ha parecido lo suficientemente espantosa como para comentarla, sobre todo si tenemos en cuenta que hacía más de cinco años que la mutilación genital femenina había sido prohibida en Indonesia. Sin embargo, y gracias a una nueva norma ministerial, las niñas de este país volverán a sufrir el trauma de la ablación.
La costumbre resucita gracias a la aprobación de una normativa gubernamental, por orden del Ministerio de Sanidad indonesio. A través de ella se legitiman “prácticas de mutilación genital femenina y autoriza a ciertos profesionales a llevarlas a cabo”, según ha denunciado Amnistía Internacional.
La medida ha sido calificada por mujeres indonesias y por grupos defensores de los Derechos Humanos, como un paso atrás en los derechos de la mujer y una forma de abuso contra la población femenina. De hecho ha sido la propia Amnistía Internacional, en compañía de varias asociaciones indonesias, los que han condenado esta práctica -aberrante y ancestral- que supone una forma de violencia contra la mujer.
Además también se han atrevido a denunciar que el decreto ministerial vulnera las propias leyes nacionales sobre derechos humanos, discriminación por género y protección del menor. A pesar de ello, el Gobierno ha defendido la medida argumentando que con esa normativa se impide que las niñas sean gravemente lesionadas cuando la práctica se realiza por personal que no pertenece a la clase médica, sin preparación, sin medidas higiénico-sanitarias y con resultados trágicos y brutales.
No obstante, la portavoz del Centro de Derechos del Islam y las Mujeres de Indonesia (Rahima), Aditiana Dewi, no duda en señalar al Consejo de Ulemas de Indonesia como culpables de “obligar” a los gobernantes a tomar estas medidas. El Consejo de Ulemas está formado por un grupo de clérigos encargados de dirimir lo que es correcto según el Islam.
Para Dewi, «no existe ni un verso en el Corán que mencione la circuncisión en la mujer, se trata de una praxis cultural». Asimismo, Amnistía Internacional ha constatado que la ablación femenina se practica en Indonesia y sobre todo en el ámbito rural, durante los primeros seis meses de las recién nacidas y que la mutilación se lleva a cabo a petición de los propios padres y por motivos religiosos.