“El retiro para mí es sólo un parque precioso de Madrid”, así contestaba Jesús del Pozo a la pregunta de si algún día dejaría el lápiz y los alfileres y diría adiós al diseño.
Hizo honor a sus palabras, se ha ido (falleció el pasado 13 de agosto a los 64 años de edad) creando y dirigiendo su etiqueta hasta el último momento (se definía a sí mismo como “un trabajador incansable”).
De Madrid al cielo, pasando por París o Japón, podría ser el título de la colección de su vida. En la calle Almirante de la capital, la misma que le vio nacer, comenzó su andadura, allí abrió una pequeña tienda de ropa masculina en 1974, dos años más tarde llegaría su debut, y en los años ochenta vistió a la mujer con su pret-à-porter made in Spain, que pronto dio la vuelta a medio mundo.
A partir de ahí, ropa, accesorios, relojes, gafas de sol, vajillas, alfombras, moda infantil, vestuario de teatro, trajes de novia, uniformes, perfumes… Por algo se autodenominaba como “el hombre de los platillos chinos”, estaba en mil proyectos a la vez, y a todos se entregaba en cuerpo y alma.
Visceral más que cerebral, su pasión se materializaba en forma de prendas con volúmenes arquitectónicos, líneasvanguardistas y patrones perfectos. Su genialidad ha sido la ofrenda de Jesús del Pozo a la moda y el diseño, y por ello su firma seguirá cosechando éxitos.
Imagen: jesusdelpozo
Fuente: elle