La obesidad infantil, provocada por una mala alimentación y la ausencia de ejercicio físico, es uno de los principales problemas actuales de la Humanidad.
Por ello, se antoja fundamental una revisión de los valores alimenticios y de ejercicio que nuestros jóvenes, sobre todo los más pequeños (de 5 a 12 años), reciben en casa y en las escuelas. Debemos reformar todos esos mensajes para que, además de una alimentación basada en el equilibrio, en las verduras, en la fruta y en los complementos vitamínicos necesarios, los más pequeños entiendan que el ejercicio físico es fundamental para su desarrollo como persona y para su correcto equilibrio de salud.
La existencia y el abuso de productos hechos con grasas saturadas y la continua presencia de los más pequeños ante el televisor y la videoconsola hace que los datos de obesidad infantil sigan en aumento de manera más que preocupante.
En este sentido, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda lograr un equilibrio energético y un peso normal, basada en la relación entre la altura, el peso y el índice de masa corporal (que nunca debe superar los 25). Para ello, según la Organización Mundial de la Salud, es necesario reducir la ingesta de calorías procedentes de las grasas saturadas y cambiar el consumo de éstas por las insaturadas; aumentar el consumo de verduras y frutas, legumbres y frutos secos; reducir la ingesta de azúcares; y aumentar la actividad física, que siempre debe ser mayor de treinta minutos diarios, de intensidad moderada y todos los días.
De esa forma, quizá seamos capaces en pocos años de evitar más muertes por la verdadera pandemia del siglo XXI, que además afecta a los más pequeños y que vivirán un calvario de enfermedades durante el resto de sus vidas si no lo atajamos a tiempo.
Aún podemos.
Imagen: welights
Fuente: mujerinnovadora