¿Quemada en el trabajo? No siempre es fácil mantener el entusiasmo por nuestro trabajo. Sin embargo, en algunas personas la pérdida de motivación acaba por derivar en un acusado sentimiento de frustración y desgana que repercute negativamente en la calidad de los servicios que presta y que provoca problemas de inadaptación e importancia para sobreponerse a los retos diarios.
Muchos de estos casos componen un verdadero cuadro clínico, conocido también como burnout, que a veces es muy difícil de tratar.
Del “no puedo más” al “paso“. El síntoma más característico del trabajador quemado es la sensación de no dar más de sí, lo que conlleva una pérdida de interés por lo que hace y la adopción de una actitud hostil, cínica o indiferente hacia su trabajo, sus compañeros y las personas a quienes debería atender.
La inapetencia puede llegar al extremo de hacer caer en la dejación de funciones o el absentismo laboral. Además, no es extraño que el agotamiento y la angustia de su situación termine por repercutir también en su vida personal y familiar.
Un ejercicio de adpatación. A menudo, está en manos de quien padece el síndrome cambiar las condiciones que han generado su desencanto. Pero sí es posible rebajar las expectativas iniciales y adaptarse a la realidad de los hechos. Otras estrategias que suelen ayudar son: delimitar mejor las funciones, aprender a delegar y a colaborar con otros, a planificar de forma realista las jornadas, buscar hábitos agradables que ayuden a sobrellevar la rutina o una formación que amplíe horizontes.
El cambio de trabajo es otra solución, pero no siempre está al alcanza de la mayoría. No obstante, quizás sí que sirva buscar, dentro de la misma empresa, un nuevo puesto o el desempeño de otras funciones más afines al propio temperamento. Y recordad que las actividades ajenas al trabajo que aporten bienestar siempre contribuyen a sobrellevar mejor sus servidumbres.
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