Un buen plan en verano es hacer con los amigos una buena barbacoa. Es una ocasión para reunirnos y disfrutar del ritual de elegir pinche (casi siempre le toca al mismo), ponerse el delantal, encender las brasas y, mientras tomamos unas jarras de sangría fresquita, ir añadiendo la carne a la barbacoa.
La música de fondo crea una atmósfera veraniega, el sol calienta y las risas están garantizadas. Los niños juegan incansables en la piscina, chapoteando y jugando sin parar. El olor a BBQ nos va abriendo el apetito y es momento de sentarnos a comer.
Como siempre, el pinche demuestra sus artes culinarias y nos ofrece una carne estupenda, en su punto, recién hecha y lista para ser degustada.
Para acompañar, cada uno ha traído algo de su casa: ensalada, empanada, patatas…¡prohibido seguir hoy la dieta!
El postre siempre es el mismo. Antes íbamos variando cada vez que hacíamos reunión de BBQ, hasta que un día tomamos granizado de limón y decidimos que ese iba a ser el postre estrella.
Después de comer el café se convierte en necesario para evitar caer en el sopor de la siesta. El sol, la sangría y la deliciosa comida invitan a echar una cabezadita, pero siempre hay alguien que , antes de que nadie caiga en la brazos de Morfeo, llega con una bandeja cargada de tazas de café.
En ese momento, las caras reflejan un pensamiento único: “uff, que a gustito estamos aquí”.
Después de la charla alrededor del café, un baño fresquito en la piscina nos despeja para seguir disfrutando de una tarde estupenda rodeado de amigos, viendo disfrutar a los peques con sus infinitos juegos y charlando sin parar sobre nada en particular.