Este enfant terrible de la alta costura francesa de los sesenta fue el primero en indagar en la vanguardia e hizo suyos los materiales más inesperados, como el aluminio, un metal precioso en los albores del siglo XX, utilizado para crear piezas únicas.
Insaciable en la búsqueda de nuevos efectos impactantes, sustituyó el hilo por y la aguja por el soplete y los alicates para forjar inéditos microvestidos, como el de placas de plástico blanco que lució Françoise Hardy en la portada de la revista ELLE Francia en julio de 1966.
Pero el verdadero hilo conductor de los diseños de Paco Rabanne ha sido un interés creativo eléctrico que lo ha llevado a colaborar con distintas industrias. Así acaba de poner su nombre y vestir con las mejores galas la edición numerada del Cuvée Especial Reserva de 2005 con el que la bodega Marqués de Cáceres celebra su 40º aniversario. Mientras que para su primer perfume femenino,Calandre (parrilla), se había inspirado en la pieza más emblemática de los coches Maserati, empresa con la que compartió una muestra en París en noviembre del año pasado.
Y ahora otra vez el nombre de Paco Rabanne resuena con fuerza, y no sólo por el lanzamiento de su nueva fragancia, Lady Million, un néctar voluptuoso, sino por la reedición del bolso Le69, un diseño icónico, símbolo de aquella época que ahora celebra su estelar come back con nueve flamantes variaciones, todas manufacturadas, en piel de raya, asta o becerro teñido con pigmentos vegetales.
Un must que aspira a poner en manos de la mujer la interpretación que el creador hace de la feminidad, el poder de la seducción y la conquista de la libertad.