Y es que, en la mayoría de las ocasiones, el cansancio es debido a una mala alimentación. Con lo que si modificamos nuestra dieta y la convertimos en sana y equilibrada, lo más seguro es que esas pocas ganas de moverte se te pasen antes de lo que esperas.
Lo dicho, una vez que has ido al médico y éste te indica a qué se debe tu cansancio, estos son los cambios en tu alimentación que debes llevar a cabo para mejorar cuanto antes:
- Anemia. Este problema afecta a un tanto por ciento bastante elevado de las mujeres y su causa, entre otras cosas, se debe a las hemorragias de la menstruación, que nos hacen perder hierro. Para combatirla de forma natural debemos alimentarnos a base de carnes rojas, mejillones, berberechos, espinacas y legumbres… sin olvidar el importantísimo zumo de naranja que nos brinda la cantidad que necesitamos de vitamina C.
- Fallo del corazón. En estos casos lo primero que debes hacer es dejar de consumir alcohol, por muy poco que bebas; moderar la sal en comidas y basar tu alimentación en fruta, verdura, pescado, carne de ave sin la piel y lácteos (preferiblemente desnatados).
- Diabetes. Esta enfermedad provoca que nos falte glucosa con lo que nuestro cuerpo está falta de ‘combustible’ para poder ponerse en marcha. En estos casos hay que evitar los dulces, hidratos de carbono tipo pasta y arroz, los guisantes y toda bebida con azúcar. El médico te indicará la dieta a seguir al detalle.
- Insomnio. Si tu problema reside en que no logras descansar bien por las noches, te aconsejamos que pruebes a modificar tu dieta incluyendo más leche, pasta y plátanos en las cenas, ya que estos alimentos son ricos en triptófanos, el aminoácido que contribuyen a conciliar el sueño. También puedes beber infusiones de marialuisa, pasiflora o melisa. Y descarta por completo el café, el té y el alcohol.
- Tiroides. Si tu organismo no dispone del yodo suficiente la glándula tiroidea se ve afectada y deja de trabajar como es debido, provocando lo que se conoce como hipotiroidismo. Para evitarlo es aconsejable aumentar la cantidad de yodo en nuestro cuerpo a base de ingerir pescado fresco, marisco, productos lácteos y, sin pasarse, sazonar las comidas con sal yodada.
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