¿Salimos a la calle? Nos relacionamos en corrillo y de pie, los vecinos se quejan del ruido y los bares de no hacer bastante caja.
¿Dejamos de fumar? La idea de coger el abrigo y salir a fumar a la calle parece resultar de lo más disuasoria, porque son muchos los que en los últimos meses se han replanteado su condición de fumadores (algo que no consiguió la Ley de 2006). Desde enero la venta de parches y chicles de nicotina ha aumentado sus ventas un 50% y la de los medicamentos con receta se han triplicado. La estrella de la temporada, no obstante, ha sido el cigarrillo de vapor, pese a que nadie ha podido probar su eficacia.
Al calor de la seta. Las terrazas de invierno con estufas y mantas colocadas sobre los respaldos son unos inquilinos nuevos en nuestras calles. Hemos pasado de ver las setas caloríficas como una curiosidad de países del centro de Europa a agotar los stocks de los distribuidores que las vendían (lo que también ha sucedido con el mobiliario de exterior). Ante la nueva situación los ayuntamientos han cambiado radicalmente de táctica, y si durante años impusieron restricciones a las terrazas en aras del silencio vecinal, ahora las fomentan y subvencionan.
Club de fumadores. Ésta parecía ser la fórmula con la que muchos bares iban a burlar la Ley. Aunque en realidad no ha sido así. No basta con decir que se es un club, hay que cumplir determinadas condiciones, entre ellas la de no tener ánimo de lucro. Que los bares no puedan cobrar sus bebidas desmonta por completo el que se presentaba como el plan perfecto. Incluso las sociedades gastronómicas vascas y los txocos intentaron mantener el derecho a fumar de sus miembros, pero finalmente no ha podido ser.
Fiesta en casa. Otra tendencia que se impone en esta España post Ley Antitabaco es la de tener la fiesta en paz, o sea en casa: copas, cenas, partidos de fútbol, brunch… con el cigarro en la mano. Un sueño para el tercio de españoles que fuma actualmente. Los hosteleros se quejan de las pérdidas. Además, sufren otro daño colateral del que ya les habrían advertido sus colegas irlandeses: al parecer el trajín de entrar y salir de los locales para fumar facilita enormemente el objetivo de algunos de marcharse sin pagar.