Varios estudios demuestran que pasar frío aumenta la quema de grasa corporal. Por ejemplo, el campeón de natación Michael Phelps consume diariamente una cantidad enorme de calorías. Tantas que superan con creces lo que puede llegar a quemar en sus entrenamientos. Es decir, Phelps debería estar gordo. Pero, según los expertos, el secreto no es el deporte, sino el frío.
Cada día nuestro cuerpo quema energía para mantenernos calientes. En condiciones en las que perdemos más calor de lo habitual, como ocurre en los días de invierno cuando hace mucho frío, se hace uso del tejido adiposo como energía para mantener la temperatura corporal elevada. El tejido que regula este proceso es lo que se denomina “grasa marrón” o BAT (brown adipose tissue) que tenemos ubicado en el cuello y los hombros, y que se activa con el frío.
Ray Cronise, investigador de la NASA, ha realizado un estudio en el que ha podido comprobar que para que funcione lo que hemos mencionado más arriba, es necesario pasar frío de verdad. Es decir, exponer el cuerpo a temperaturas bajo cero que nos haga tiritar. Sin embargo, también podemos activar la quema de grasas sin sufrir tanto tomando duchas frías de tres minutos, o colocándonos bolsas de hielo en el cuello y los hombros durante un buen rato. Otra manera de conseguir buenos resultados es salir a correr con poca ropa cuando hace frío, aunque protegiendo realmente bien manos y pies.
Todo esto estaría genial si no fuera porque el frío también aumenta el apetito. Es debido a que el cuerpo ha empleado energía para calentarse, por lo que tiende a intentar recuperarla comiendo más. Así que, podremos darnos todas las duchas frías que queramos, pero si después nos ponemos moradas a pasteles y demás, la grasa se seguirá acumulando en nuestro cuerpo.
Imagen: watoday