Los problemas de salud asociados al ambiente con humo son variados, predominando los respiratorios. Determinados componentes del humo del tabaco irritan y pueden actuar sobre la nariz, sobre el oído y, además, aumentar las secreciones en las vías respiratorias, por lo que las otitis medias y los problemas bronquiales son frecuentes en los lactantes que están sometidos al humo del tabaco.
También las neumonías son más comunes en estos pequeños, sobre todo por debajo de los dos años de edad. Además, la exposición al humo del tabaco, incluso, hace que los niños puedan ser malos comedores.
Hay que tener en cuenta que el humo del tabaco lleva una gran cantidad de sustancias tóxicas que se quedan en el ambiente, que impregnan nuestra ropa y nuestra piel y la única forma de eliminar parte de esa impregnación (ni siquiera toda) sería tomar una ducha, cambiarse por completo toda la ropa, lavarse las manos con gel de alcohol, cepillares los dientes… todo esto siempre después de cada cigarrillo y antes de coger al bebé, por lo que, aunque no se fume delante de él, el tabaco puede causarle el mismo daño.
Los hijos de padres fumadores son los que más visitan al pediatra, los que más acuden a urgencias, los que más medicamentos toman, a lo que más análisis se realizan y los que más precisan ingreso hospitalario.
Si eres fumadoras y fuiste capaz de esforzarte para no fumar durante el embarazo es muy conveniente persistir en ello después, tanto por tu salud como por la de tu hijo, que es, actualmente, un fumador pasivo.
Imagen: smokersworld
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