Comprendo que, para la iglesia católica, el aborto es pecado y si perteneces a dicha ‘institución’ no te debería quedar más remedio que acatar sus normas. Pero de ahí a que todo el pueblo de la muchacha se haya tenido que enterar de su vida por el pensamiento retrógrado de un solo hombre, hay un abismo.
Como declaró la madre de la joven, Isabel Granados Serrano, al Diario de Córdoba, la menor ha sido sometida a “una discriminación y una humillación” por el trato recibido de parte del párroco. Además, la mujer denuncia públicamente también que a su hija no le dieron la posibilidad del perdón y/o la confesión tal y como indica el párroco debería hacer para poder ejercer de dama en las festividades.
Por supuesto, según el pastor de la iglesia, si la niña renegase de su ‘pecado’ y demostrase su arrepentimiento, la gigantesca y milenaria secta volvería a abrazarla y cuidarla porque “la iglesia como buena madre, tiende su mano, y si hay arrepentimiento y reconozco este pecado pidiendo perdón a Jesucristo; por medio del sacramento de la confesión y de la eucaristía se puede incorporar de nuevo a la iglesia”.
Vamos, es mi hija, y ese hombre y su iglesia ya se están escondiendo por los montes cordobeses.
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