En la zona norte de la isla de Puerto Rico, más verde y húmeda, el paisaje está marcado por cuevas, como las del Parque de las Cavernas del Río Camuy –el tercer río subterráneo más largo del mundo-, un impresionante tesoro geológico que, desde que fueron descubiertas en los años 50, se han convertido en una visita imprescindible. A poco más de diez kilómetros se encuentra el impresionante radiotelescopio de Arecibo, escenario de películas como Contact o Golden Eye.
En el Este, las experiencias inolvidables se suceden. Una de ellas la proporciona la ‘laguna grande’ Fajardo. Pocas vivencias resultan tan mágicas como un paseo nocturno en kayak por esta bahía bioluminiscente para observar el curioso fenómeno del plancton que se ilumina de noche.
Por otra parte, los amantes del senderismo tienen en el bosque pluvial El Yunque el lugar perfecto. En sus preciosas cascadas se escucha a cada paso el croar de la emblemática rana coquí, todo un símbolo nacional popular.
Las caribeñas playas del sur y del oeste son, sin duda, las más espectaculares del país. En algunas, como Rincón, es habitual ver a los surfistas sobre las olas o bien grupos a caballo trotando sobre la arena. En el sur de la isla se encuentra la segunda ciudad más poblada, Ponce, donde la arquitectura criolla del siglo XIX dejó buena huella.
San Juan, la capital, ofrece, igualmente, un sinfín de posibilidades a sus visitantes. En la parte moderna encontramos hoteles de diseño –como el de La Concha, donde recalan personajes del mundo del espectáculo, como Jennifer López cuando viaja al país de sus antepasados- y una gran variedad de excelentes restaurantes, algunos de ellos con la ambiciosa propuesta de una nueva generación de chefs que ha conseguido situar la cocina puertorriqueña como la mejor del Caribe.
En el viejo San Juan, su centro histórico –declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y una de las más antiguas y mejor conservadas de las ciudades coloniales de América- podemos caminar, bajo balcones coloniales repletos de buganvillas, por sus callejuelas adoquinadas o contemplar las vistas panorámicas desde los fuertes amurallados, que atestiguan lo deseable que fue ese enclave para los piratas (tan solo dos ciudades en toda América tienen la particularidad de estar amuralladas).
Ya de noche, en esta zona prácticamente peatonal, se mezcla la brisa caribeña con el ron en los locales donde se baila a ritmo de reggaeton, y si tienes la suerte de hospedarte en el hotel más céntrico y con más encanto, El Convento, puedes volver a pie escuchando el agua caer en la fuente de cada plazoleta. Sin duda, el colofón de un destino atractivo para un público curioso que no únicamente quiere divertirse y descansar.
Imagen: absolutcaribe