El color de los ojos está determinado fundamentalmente por la cantidad de melanina presente en el iris. La melanina es un pigmento que también se encuentra en la piel y el cabello. Aunque solemos diferenciar tres tonos básicos: marrón, verde y azul, ordenados de mayor a menor en función de la concentración de melanina, existen muchas variaciones entre ellos.
El iris dispone de dos músculos que se expanden y se contraen para ajustar el tamaño de la pupila en función de la intensidad de la luz ambiental. Además, la pupila también se encoge al enfocar nuestra mirada en objetos cercanos, como, por ejemplo, un libro.
Cuando el tamaño de la pupila experimenta estos cambios, los pigmentos en el iris se extienden o se comprimen, lo que puede hacer que varíe la intensidad del color de nuestros ojos. Ciertas emociones, como la ira, también pueden alterar el tamaño de la pupila y el tono del iris.
Además, el color de los ojos puede modificarse con la edad, un fenómeno que afecta a entre el diez y el quince por ciento de las personas, especialmente a las que tienen los iris más claros.
Una de las preguntas que se hacen muchas madres es cuál será el color definitivo de los ojos de sus bebés. Al nacer, el iris presenta un color azul-grisáceo, sobre todo en los niños de raza blanca, y esta tonalidad se va transformando progresivamente en función de la herencia transmitida por los padres, hasta definirse por completo entre los tres y los seis meses o, incluso, más tarde. De todos modos, si el niño nace con los ojos marrones, seguirá teniéndolos de ese color, como le ocurre a la mayoría de los bebés de raza negra o asiática.
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