Cada vez tengo más poder. Entro en la habitación de mi hija y, como esperaba, descubro que la moqueta se ha convertido en su vestido. Se pone blanca y me dice: ‘Mamá, se puede llegar hasta la cama, hay veces que está peor’. Sonrío y contesto: ‘He venido para informarte de que te has quedado sin ir al cine’. Eloísa pone la misma carita del gato con botas de Shrek y está tan guapa con sus brillantes ojos verdes que me entran ganas de decírselo.
Pero no, está prohibido, no debemos nunca hacer cumplidos a un niño. Aprovecho la situación para probar su cálculo mental. Repetir sin descanso ejercicios sencillos es una de las bases del método: el cerebro liberado de las tareas inferiores puede elevarse hacia estratos de consciencia superiores. Le pregunto: ‘¿75-7?’. Contesta bien. ‘¿38+14?’ Tarda dos segundos y también responde correctamente. ‘¿8*7?’ Ahí falla, porque contesta 56 y yo sé que son 54. Se lo echo en cara y escucho risitas que llegan de la habitación de Félix. Eloísa también se burla, aunque más sibilinamente. Es su lado de emperatriz china; por desgracia, lo único que se ajusta al protocolo de Amy Chua.
Reflexión 2. Una madre tigresa debe saber más que sus hijos para obtener ante ellos credibilidad y, sobre todo, respeto.
Ha llegado el momento de enfrentarse a lo más difícil: Paulo. Es mi hijo pequeño, reacio a cualquier autoridad (la última vez que este chico obedeció fue en 2004, y su padre, disfradazo de Bob Esponja, bailaba delante de él con una cucharada de jarabe para la tos). La autora afirma que los niños sólo tienen derecho a dos pasatiempos, el piano o el violín, con los que deben practicar hasta seis horas al día.
Esto me viene genial, ya que él toca el piano desde hace seis años y estaría bien que acabar de aprender Popcorn, su primera partitura. Le digo a Paulo que va a tocar esta pieza hasta el final y que, hasta que no le salga perfecto, tiene prohibido beber, comer, levantarse, incluso ir al baño, como la pequeña Lulu Chua. El niño se queda patidifuso y me espeta que desiste de la música clásica y que quiere lanzarse al hip-hop. ‘¡Ni en sueños! Si has empezado con el piano, vas a seguir hasta la muerte!’.
En ese momento aparecen Félix y Eloísa y me pillan diciéndole a su hermano que es un cúmulo de defectos. Paulo nos mira a todos y se echa a reír, a carcajadas, con una risa de niño tan alegre que acaba llorando. Y es contagiosa. Todos nos desternillamos.
Cuando el padre de toda esta calaña occidental decadente vuelve a casa, llega a la conclusión de que hacía tiempo que no veía un ambiente tan divertido en la familia. Amy Chua ha conseguido un nuevo adepto, aunque a lo mejor no haga de sus doctrinas un mandamiento.
Reflexión 3. El método de la madre tigresa no funciona en absoluto con los jóvenes que tienen sentido del humor. Lo cual me alivia… eso, seguro.