– Lleva el material adecuado: cuando corras en verano asegúrate de utilizar prendas muy ligeras transpirable. La temperatura de la piel se mantendrá más fresca y tu entrenamiento será más agradable. La ropa de color claro refleja el calor y si te está un poco holgada, el aire circulará mejor. Las gorras son muy útiles para algo más que para protegerte del sol. Prueba a poner un poco de hielo debajo de la gorra. Su efecto refrigerante dura hasta 40 minutos. Además, al derretirse el hielo, el agua sigue refrescándote al ir escurriendo. Notarás la diferencia.
– Aclimátate al calor: el cuerpo comienza a adaptarse a las altas temperaturas en 3-4 días, aunque puede llegar a tardar 2 semanas. Correr en la ciudad supone hacerlo con calor la mayoría de las veces, por lo que lo mejor que podemos hacer es enfrentarnos a ello y aguantar el calor. Nuestro cuerpo se acostumbrará.
– Sé sensato: Si alguna vez sientes nauseas o pesadez de cabeza, ve por la sombra y bebe algo frío. Otros signos de alerta que los golpes de calor pueden darte son sentirse mal, notar malestar o dejar de sudar. Párate y busca un lugar frío. Por encima de todo debemos escuchar nuestro cuerpo y hacer caso a las señales que nos envía, porque el propio cuerpo sabe mejor que nadie lo que le conviene.
– Ve por la sombra: si tienes a posibilidad en verano, busca zonas de montaña donde las temperaturas son más frescas. Cualquier momento que puedas pasar a la sombra será un alivio, por ejemplo, al estirar, al calentar o incluso cuando pares para beber. Diseña tus rutas por zonas residenciales, que disponen de más zonas de sombra y además puede que pases por algún aspersor de riego para mojarte un poco y refrescarte. Otra posibilidad es correr cerca de algún curso de agua, como ríos o pantanos, que siempre son zonas más frescas, sobre todo en las regiones más cálidas en verano.