Hoy los nombres de las cremas lo dicen todo. Antes se llamaban hidratantes, así, a secas. Ahora reparadoras láser o regeneradoras del ADN o cosas más complicadas y técnicas todavía. Pero ¿está justificado?, ¿las necesidades de la piel han cambiado tanto de 25 años a esta parte?
Pues sí. Lo asegura el doctor David Orentreich, dermatólogo de Clinique e hijo del fundador de la marca. Y lo ilustra con un ejemplo sencillo: “La protección que nos ofrece actualmente la capa de ozono es inferior, también los agresores medioambientales, como la polución, son más dañinos. Hasta el estilo de vida ha cambiado, vivimos a ritmos vertiginosos. Y está más que demostrado que el estrés provoca un envejecimiento prematuro”. La cosmética, pues, ha tenido que dar respuesta rápida a todo esto.
Hay ingredientes básicos de las fórmulas que han sobrevivido a esta revolución, como el ácido salicílico, un magnífico exfoliante, antiinflamatorio, calmante, presente en el famoso Sistema de 3 Pasos de Clinique, puerta de entrada a la cosmética para muchas adolescentes de varias generaciones.
Aunque los filtros contra los ultravioleta se han vuelto imprescindibles en toda crema de uso diario que se precie para evitar un daño solar grave. “Yo diría que todos los productos de hoy deben mantener una máxima que es calmar y proteger –afirma el experto-. Reparar e hidratar es necesario, pero si nos olvidamos de la protección no estaremos haciendo nada”.
Las exigencias de las mujeres a lo largo de las últimas décadas han ido in crescendo, a la par que las técnicas estéticas experimentaban un auténtico boom con la sorprendente popularización del bótox. A la crema se le pedía tanta eficacia como a la aguja, o casi.
Imagen: beiersdorf