Este año habría cumplido 84, una edad que solo habría ayudado a consolidar su imagen entrañable, como de eterno ángel comprometido, siempre en la empresa de ayudar a los más desvalidos. Tal vez ese hecho solo fuera consecuencia de la huella que le dejó el que su padre fuese simpatizante nazi y abandonara a su familia durante la II Guerra Mundial.
Audrey Hepburn nació en Bruselas y fue precisamente la contienda lo que acabó con sus esperanzas de convertirse en una gran bailarina. Su salud se vio resentida por culpa de la escasez de alimentos y las condiciones de vida extrema a las que se sometió a tantos pueblos europeos.
Sin embargo, ese horrible suceso, que acabó marcando su vida para siempre, también fue el causante de que Audrey acabara cambiando las zapatillas de ballet por la idea de ser actriz. El papel que la catapultó al olimpo de las estrellas sería la protagonista de Vacaciones en Roma, junto a Gregory Peck.
Desde entonces, la carrera de Audrey Hepburn no hizo más que crecer y de hecho hoy es considerada una de las tres mejores actrices de Hollywood. Desayunos con Diamantes, My Fair Lady, Sola en la Oscuridad… cualquier título sería bueno para recordarla en un día como hoy.
Sin duda, en la actualidad la icónica Audrey Hepburn es tratada como uno de los grandes símbolos de la moda. No obstante, esta sencilla mujer siempre huyó de los convencionalismos y las marcas. Hasta sus últimos días, cuando ya estaba desahuciada a causa de un cáncer de colón que acabaría con su vida, siguió con su trabajo como embajadora de UNICEF y solo tres meses antes de su muerte, visiblemente demacrada, realizó su último viaje para solidarizarse con los niños de Somalia.