– Corre a ritmo lento: deja el maratón para los profesionales. Acabas de tomar una decisión muy importante en tu vida para tu salud como es empezar a hacer ejercicio, pero no nos podemos volver locos. No podemos empezar dando el 120% de nuestras capacidades, primero porque nuestro cuerpo no lo aguantará y podemos tener graves consecuencias y, segundo, porque así será mucho más complicado adquirir un hábito duradero que sea capaz de soportar momentos de debilidad y poca fuerza de voluntad. Hasta en las distancias cortas hay que olvidarse de batir marcas personales, sobre todo cuando el calor aprieta. Además, en pleno verano no puede pretenderse ir a tope como cuando la temperatura es más fresca.
– ¡Disfruta!: Intenta hacer distancias más cortas. La ventaja de correr en verano es que con menos ropa tendrás la sensación de ir bastante más ligero. Prueba a refrigerarte entre los aspersores de los jardines que te encuentres en tu recorrido, dándote una ducha fría o dándote un baño en la piscina al terminar tu entrenamiento. Un truco muy rico es hacer polos de bebidas isotónicas para disfrutar de ellos cuando termines de correr. Así repones sales y te refrigeras al mismo tiempo. Si corres al amanecer disfruta de la luz que hay a esa hora. Si vives en zona de montañas, aprovecha que los caminos están sin nieve y recuerda que cuando termine el verano, posiblemente echemos de menos un poco de calor.
– Acuérdate de tiempos pasados: de vez en cuando es positivo echar la vista atrás y hacer uso de la memoria para darnos cuenta de lo mucho que nos costó empezar a correr los primeros días. Seguro que después de un tiempo haciendo ejercicio te encuentras mucho mejor y el “sufrimiento” es menor. Tu estado anímico se habrá visto mejorado y tu estado físico también. La satisfacción de estar consiguiendo aquellas metas que te habías propuesto es un aliciente a tener en cuenta sobre todo en aquellos días en los que la pereza invita a quedarse en casa.